La corriente Kitsch esta definida como de mal gusto, asociado con la estética de consumo y la estridencia decorativa, algunos afirman que esta corriente debe tener un lugar dentro de la cultura y el arte.
Lo kitsch es una imitación estilística de formas de un pasado histórico prestigioso o de formas y productos característicos de la alta cultura moderna, ya socialmente aceptados y estéticamente consumidos.
La palabra se popularizó en los años 1930 por los teóricos Clement Greenberg, Hermann Broch, y Theodor Adorno, que intentaban definir lo avant-garde y el kitsch como opuestos. En aquella época, el mundo del arte percibía la popularidad del kitsch como un peligro para la cultura. Los argumentos de los tres teóricos confiaban en una definición implícita del kitsch como una falsa consciencia, un término marxista que significa una actitud mental presente dentro de las estructuras del capitalismo, que está equivocada en cuanto a sus propios deseos y necesidades.
Existe un debate sobre el uso del término y la forma de definir las obras que responde a la intención estética de su creador. De ordinario la definición de una pieza como "Kitsch" involucra un secreto desprecio y el deseo de diferenciarlo del "arte culto", por lo que las piezas realizadas en materiales económicos que imiten otros más caros, normalmente ostentosas, son consideradas Kitsch sin importar si el autor deseaba aparentar o no una pieza más costosa para que quien la poseyera se destacara como superior.
Sin embargo, otra corriente coincide en definir lo kitsch precisamente por el "deseo de aparentar ser" (como la definición de clase propuesta por Marx). En este sentido, todas las imitaciones y copias serían consideradas como kitsch, así como el uso de materiales que pretenden ser otra cosa (plástico que imite oro, cristal o madera, por ejemplo), siempre y cuando esté pensada para que su poseedor aparente ser de una clase social, económica o cultural "superior" a la suya.
Esto abre el debate sobre aquellas expresiones estéticas (normalmente populares) que reproducen estos patrones estéticos pero sin la intención de aparentar ser, sino más bien celebrar de forma colorida, como el caso del festejo del mardi Gras en Nueva Orleans, el Carnaval en Brasil o La fiesta de quince años en México.
Así mismo, muchas piezas religiosas utilizadas en altares domésticos responden al uso de materiales baratos que pretenden ser otros más caros, aunque sin ostentarse como símbolos de estatus social, sino, más bien, con el deseo de agradar a la deidad en cuestión, como es el caso de los coloridos altares de la religión hindú. Para muchos, estas expresiones se acercan más al canon estético naif.
Una de las características de la cultura de masas está basada en la estética kitsch.
Este estilo, podría describirse que toma procedimientos de la vanguardia artística, esto es, de las expresiones artísticas más innovadoras, y los "adapta" a un nivel accesible a las grandes masas. Esto es que, simplifica y superficializa la manifestación artística para ampliar las audiencias.
El kitsch busca siempre un efecto inmediato y fácil, para lo cual, apela a los lugares comunes, ésto es imágenes y palabras de reconocida efectividad. De esta forma, recurre a la redundancia, insistiendo con un mismo recurso. Como en las telenovelas, a través de la sobreactuación, músicalización para el efecto "romántico". O en el cancionero romántico, el abuso de frases y palabras tenidas por "románticas".
LA BELLEZA
Una historia de la belleza se puede transformar con mucha facilidad en una historia del mundo, sin que ello implique, por supuesto, que ni ese mundo ni esa historia hayan sido especialmente bellos. Más bien significa que a lo largo de épocas, y de muy distinta manera en cada una, la belleza ha sido un propósito persistente y un anhelo profundo.
Desde la decoración del hogar, del palacio o del templo hasta el encuentro amoroso entre las personas pasando por el éxtasis ante las maravillas de la naturaleza estuvieron gobernados por un deseo de belleza. Sin olvidar por cierto lo que hoy llamaríamos formas estéticas, las cuales contribuyeron a definir la identidad de cada momento del pasado humano.
Desde los griegos, y durante más de dos milenios, la belleza fue la característica principal de la obra de arte o de lo que se entendiera por tal. Si en Platón el concepto no tenía, primariamente al menos, una carga estética, en la Poética aristotélica ya encontramos una definición apropiada de belleza artística: orden y magnitud eran los requisitos esenciales que debía cumplimentar una obra lograda. En su Metafísica, Aristóteles añadió otro término, el de armonía. Ese legado griego, de ninguna manera originado en Aristóteles, pero potenciado por él, sería una fórmula perdurable en el pensamiento occidental.
Esta escultura me pareció ser la más “bella” de las demás ya que representa al cuerpo humano. La belleza del cuerpo humano resulta por supuesto crucial para una aproximación no específicamente artística (aunque todos los ejemplos previos al final del siglo XIX sean para nosotros artísticos), en especial si recordamos que la hermosura femenina es uno de los temas más remotos y constantes en la tradición occidental desde Homero.
Eco consagra abundante espacio a este tópico incluyendo un abanico de imágenes que abarca desde estatuas antiquísimas que representan mujeres fellinescas (la por muchos motivos vertiginosa pieza denominada "Venus de Willendorf" data del siglo 30 antes de Cristo) hasta las más recientes y raquíticas chicas de calendario sin olvidar el esquizoide modelo de mujer típico del cine: la femme fatale y la vecina de al lado.
Recordemos que según la Biblia Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y nuestros ancestros Adan y Eva caminaban por el paraíso sin tener prejuicios de la belleza del cuerpo humano el cuál es una máquina perfecta, y representa la unión de dos seres en forma tierna, inocente, dulce, romántica, sin las morbosidades que se dan en la actualidad, sino explotando la belleza del cuerpo humano al desnudo.
Después de Historia de la belleza , Eco se sitúa en el polo opuesto; aunque, según él, la fealdad no debe entenderse simplemente como tal. Si es relativamente fácil ponerse de acuerdo sobre la expresión de lo bello, la fealdad no debe leerse solo como «el infierno de la belleza».
Al contrario, la fealdad tiene sus propios cánones y una complejidad peculiar que Eco explora, a sabiendas de que el concepto cambia con el transcurrir de los siglos; y de que, por ejemplo, los arquitectos renacentistas encontraban espantosas las catedrales góticas.
Para la comprensión de las ideas estéticas a través de los tiempos no basta con una Historia de la belleza, hace falta también una Historia de la fealdad.
Según Eco “Hemos descubierto que es mucho más divertido mirar la fealdad, porque la fealdad es mucho más interesantes que la belleza. La belleza es a menudo aburrida, todo el mundo sabe lo que es”. Comparto la esta idea ya que lo “bonito y bello” sabemos que está bien, y lo vemos a diario y se vuelve tan común para nuestros ojos, en cambio cuando hay algo distinto y relativamente “feo” para nuestros gustos y ojos, no podemos evitar verlo, y aunque sea feo le damos nuestra atención para criticarlo y observarlo.
Es el caso de esta escultura la cuál me pareció vacía, sin relevancia, sin estética, para mis ojos fue la más fea, pero como dice Eco, es más divertido mirar la fealdad, porque es mucho más interesante, no podía dejar de verla buscando un ¿por qué habrán hecho esta escultura? ¿Qué estaría pensando el que la realizó al momento de estarla tallando? No supe qué contestar, solo que llamó mi atención por parecer ante mis ojos la menos creativa, la más fea, menos interesante. Aunque no se le quita el mérito, ya que por alguna razón está expuesta junto a las demás.
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